martes, 7 de agosto de 2012

CANTO A SANTO DOMINGO (POEMA DE HERNÁN ELIZONDO ARCE, ESCRITO EN 1943)


Nos ha llegado en estos días este hermoso poema escrito en 1943 por Don Hernán Elizondo Arce (1921-2012) en honor a la tierra domingueña, por medio de su hija la Licenciada Marta Ma Elizondo Vargas. Queremos compartirlo con nuestros seguidores en San Miguel y en el resto del cantón de Santo Domingo. Instamos desde ya a las familias de San Miguel y a las del resto del Cantón de Santo Domingo a enviarnos poemas sobre la tierra, las casas, la gente, los ríos, las tradiciones y los recuerdos de antaño de Santo Domingo. Este hermoso Cantón posee muchos talentos, algunos de ellos ocultos, y que merecen ser conocidos por las nuevas generaciones. . Acuarela de la Iglesia del Carmen de Castilla de San Miguel de Helena Ramirez,


CANTO A SANTO DOMINGO DE HEREDIA

Para la bella y gentil señorita, Lolita Arce Azofeifa,
Con el sincero afecto del autor


Hernán Elizondo Arce

El sol su clámide de oro lentamente ha desprendido
y sus rayos por el monte,
coloreando el horizonte,
se han tendido…
Canta el ave en los cafetos recubiertos de azahares
anunciando la mañana con sus rítmicos cantares;
y en el viejo campanario alza alegre su voz de oro
el reloj, cual vieja joya de arqueológico tesoro.
Silba un mozo. Ladra un perro. Y una beata se recrea
en hablar habladurías de una chica de la aldea.

Corre un niño. Se oye un canto. Y la brisa tenue y fría
tiene esencia de claveles, sabor tiene de ambrosía.

Son las seis de la mañana: eso dice el viejo horario
del reloj del campanario…
Lo confirma la campana cuyas notas bullidoras
corren, corren, cual las horas,
cual las vidas, y los goces, y las sanas ilusiones,
y agonizan, y se mueren, como mueren las canciones
de los viejos marineros que a la mar se van cantando,
sin que nadie sepa nunca ni hacia dónde ni hasta cuándo.

Gime triste una sirena: ya se marcha un viejo carro
desafiando del camino desnivel, piedras y barro.
¿A do va? Fácil saberlo, va hacia Heredia y lleva en él,
a las bellas estudiantes de sonrisas hechas miel.
Y se aleja el viejo carro rechinando en el camino
en su marcha presurosa de esforzado peregrino.

Un muchacho a otro muchacho cuenta historias
de ridículos amores, de pasiones ilusorias
donde siempre hay una cita y un suspiro y unas flores.

Gime el aura en un despliegue de cadencias infinitas
columpiando las corolas de las blancas margaritas;
y allá dentro del jardín
a una bella mariposa le habla de amor un jazmín.

¡Oh terruño bendecido!¡Oh ciudad de mis mayores!
¡Tierra de lindas mujeres!¡Tierra cubierta de flores!
¡Santo Domingo de Heredia!¡Tierra gallarda y florida!
¡Eres luz en el sendero de nuestra patria querida!
¡Eres joya fulgurante, eres cítara sonora
que levanta sus arpegios en la tierra de los Mora!
Eres ola ebria de cumbre de un océano embravecido,
huracán que brama y ruge si en el patrio pedestal
del sepulcro de los héroes se alza bélico rugido
y en lugar de un canto criollo se oye el Himno Nacional.

Cuna de hombres valerosos que en “paro” ponen la vida
y desprecian la belleza si ella implica el deshonor,
tierra de hombres que no temen ni la muerte ni la herida
pues se juegan la existencia por su patria y por su honor.

¡Oh terruño bendecido!¡Oh ciudad de mis mayores!
¡Tierra de lindas mujeres!¡Tierra cubierta de flores!

Viene la tarde serena, el sol brilla en el poniente
como una diadema de oro de una princesa en la frente.
¿Qué hora será? Preguntadlo a la aguja del horario
del reloj del campanario.
Preguntadlo a la campana
que levanta su voz de oro
como joya veterana
de arqueológico tesoro.

Es el Angelus… suspiros de la joven quinceañera,
voz cascada de la abuela que las preces va soltando
mientras siente, mientras sueña,
-vieja novia de la muerte- que su amor se va acercando.

Se oye un canto. Vuela un ave.
¿Hacia dónde? Nadie sabe.
El sol corre hacia su tumba
y su trono se derrumba
más allá del horizonte, más allá de las montañas:
rey de inmensos territorios, va alumbrar tierras extrañas.

¡Oh terruño bendecido!¡Oh ciudad de mis mayores!
¡Tierra de lindas mujeres!¡Tierra cubierta de flores!

Ya la noche se desprende con su corte de luceros
y la luna alumbra, alumbra, y se esmaltan los senderos
con su brillo…
Canta un grillo,
Llora un niño, gime el viento,
y se pierde el pensamiento
tras los mundos ignorados del ensueño y la quimera
y en su vuelo presuroso,
busca ansioso
las regiones ilusorias de la eterna primavera.

En la iglesia –joya antigua de algún clásico tesoro-
Hay incienso en los altares y armonías en el coro.
Desvanécese el incienso, muere pronto la armonía
y agonizan las plegarias ante el ara de María.

En el parque que vigilan las pupilas placenteras
de las clásicas palmeras,
hay derroche de alegrías, y hay suspiros, y hay miradas
donde brilla la promesa del amor:
son las vírgenes que sueñan con caricias ignoradas
mientras arden sus pupilas en un vívido fulgor.

Como esclava de un pasado que vislumbra en lontananza
una vieja cuenta historias a la vera del hogar,
de princesas y hechiceras, de amor sin esperanza
de unos viejos marineros que perdiéronse en el mar.

¡Oh terruño bendecido!¡Oh ciudad de mis mayores!
¡Tierra de lindas mujeres!¡Tierra cubierta de flores!

¿Qué hora es? Nadie lo sabe. Preguntadlo al viejo horario
del reloj sito en la torre del antiguo campanario.
Preguntadlo a la campana
que levanta
cuando canta,
la canción triste del tiempo…del ayer y del mañana.

Son las diez…senda desierta
donde dice la conseja
que a los nietos les relata la voz hueca de una vieja
que aparece el alma en pena de una muerta.

Todo en calma está y la noche
se desliza por el campo de las horas en su coche
negro y triste donde viaja,
con la luna por mortaja,
hacia la meta lejana,
eternamente buscada del infinito mañana.

¡Oh tierruca venerada
donde brillan más los cielos!
¡Oh ciudad idolatrada
donde duermen mis abuelos!

¡Santo Domingo de Heredia! ¡Tierra gallarda y florida!
¡Eres luz en el sendero de nuestra patria querida!

¡Oh terruño bendecido!¡Oh ciudad de mis mayores!
¡Tierra de lindas mujeres!¡Tierra cubierta de flores!

Tu hijo soy, de los fueron arrancados de tu egida
Al dar los primeros pasos por la senda de la vida.
Toma pues, tierra bendita de cafetos y azahares,
la ofrenda sencilla y pura de mis íntimos cantares.

¡Oh terruño bendecido!¡Oh ciudad de mis mayores!
¡Tú serás hasta mi muerte, el amor de mis amores!

No hay comentarios: